Al comienzo de esta semana falleció nuestro querido Victorio. Con seguridad, todos aquellos que alguna vez visitaron la sede central de la AAG lo deben haber conocido por su trato amigable, predisposición constante y porte elegante. Victorio trabajaba en la Asociación desde hacía veintiún años y en este mayo cumpliría sus primeros 94.
En los relatos de sus tantas anécdotas personales es donde Victorio nos despistaba con su edad. Lúcido, atento, informado, supo levantarse como uno de los iconos de Corrientes 538. Conversar con él era conocer el Buenos Aires de antaño, era aprender sobre el arte de vestir bien, era apreciar el valor de la experiencia ajena.
A Victorio se lo podía visualizar en la letra de cada tango que recitaba, como también en los recuerdos que compartía de su niñez y juventud. Recuerdos que aparecían en los almuerzos o en el café de la tarde, a veces, narrados entre sus propios sollozos y silenciosas añoranzas.
El bigote perfectamente recortado, la gomina inamovible, el chaleco infaltable como parte integrante de un traje perfecto, a medida; su admiración por Romy, Boca Juniors, Florida, su amada nieta. Singularidades del querido Victorio Rodríguez, un amigo al que extrañaremos mucho.